El otro día estaba viendo una película de Woody Allen, concretamente Todo lo que siempre quiso saber sobre el sexo pero nunca se atrevió a preguntar, y me sorprendió ver que, en una de las historias, el protagonista no conseguía que su mujer llegase al orgasmo y se decidía a probar con lo que parecía un vibrador bastante rudimentario. Era blanco, con un diseño completamente aburrido y con un largo cable para conectarlo a la corriente. Encima, cuando lo enchufaba ¡empezaba a echar chispas!
¡Cómo han cambiado las cosas! Ahora los vibradores son de colores divertidos, con diseños más que atractivos, modernos, incluso bonitos... pero, sobre todo, ¡sin cables! Así es normal que muchas mujeres se hayan vuelto adictas a los vibradores.
Un estudio de la universidad de Indiana asegura que el 53% de las mujeres entre 18 y 60 años y un 45% de los hombres de la misma edad utilizan vibradores con relativa frecuencia. La misma investigación indica que los vibradores pueden llegar a causar adicción (¡si no que le pregunten a Charlotte, de Sexo en Nueva York!).
Los vibradores ofrecen una serie de ventajas frente a una pareja de carne y hueso: no se cansan, siempre hacen exactamente lo que nosotras queremos, están disponibles 24 horas y 365 días al año, no roncan... y, además, nos aseguran el orgasmo. Muchas mujeres prefieren los vibradores a los hombres precisamente por esta última razón.
Ninguna adicción es buena, y la dependencia de los vibradores no es una excepción a esta regla. De todas formas, hay que recordar que no son los vibradores en sí los que causan la adicción, sino la manera de utilizarlos. Así que ya sabes, empieza a preguntarte si prefieres un buen hombre de carne y hueso o un juguete de silicona con diferentes velocidades, y recuerda que lo más sano siempre es el equilibrio.