Álex no podía imaginarse lo que le acababa de pasar. Perdido, en medio de una ciudad que no conocía ni nadie con el que poder hablar. No hacía ni un día que había llegado y ya le habían robado. ¿Por qué todo le tenía que pasar a él? Llevaba una racha de mala suerte; una racha que duraba ya meses, empezando por el día que le dejó su novio. ¿Por qué tuvo que dejarle por aquel individuo? Todo les iba bien, planeaban vivir juntos y ya habían mirado un piso con terraza que iba a ser el inicio de una genial etapa. Pero un día, él le dijo que se había enamorado de otro y nunca más supo de él. No le contestaba a las llamadas, a sus mensajes de súplica... Son esas situaciones en las que pensaba que prefería que le hubiera pasado algo y poder justificar el silencio del otro. Pero no; no había justificación: simplemente su hasta ese momento novio ya no quería saber nada de él.
Mientras se dirigía a comisaría para denunciar el robo, casi se echó a llorar al recordar de golpe todo de nuevo. Una vez en comisaría, un chico muy majo fue el que le tomó declaración y no quiso hacerse ilusiones, pero parecía como que le echaba los trastos. Le preguntó a qué se dedicaba, qué hacía allí, y que si ya conocía a alguien. Álex le dijo que no, que había llegado hace poco, a lo que el policía - el cual se llamaba Max - le propuso enseñarle la ciudad.
-¿Cuánto te va bien? - Le preguntó aún en shock Álex.
- En una hora terminó mi jornada, así que ya.
Quedaron en el bar de enfrente de la comisaría y Max le llevó a ver los monumentos más característicos aunque, al parecer, el monumento más especial que le quería enseñar era otro, pero eso Álex aún no lo sabía. Ensimismado en su mundo de tristeza, no se había dado cuenta - o no había querido darse cuenta - que cuando Max le propuso ir a su casa a por una cosa que se había olvidado, en verdad lo que quería era ir a su casa a enseñarle su mejor arma... Como era de esperar, cuando iban en el ascensor hacia su piso, Max se echó encima de Álex. Este, no se apartó. Desde que lo había dejado con su pareja que no tenía sexo y estaba que se subía por las paredes.
Llegaron con la ropa puesta no saben ni cómo aún a la puerta pero nada más entrar, en la entrada, se empezaron a desnudar mutuamente. El ambiente está caldeado y tenían tantas ganas y estaban tan calientes que no llegaron ni a la cama. Allí, en la entrada del piso, frente a un espejo de cuerpo entero, Max le cogió la cabeza para que bajara a su pene y Álex se lo metió en la boca deseando que se corriera lo más hondo posible, en su garganta. Max le cogía fuertemente la cabeza para sentir más profundamente la boca caliente de Álex.
Entonces, de golpe, Max le dijo que parara. Se fue hacia un cajón y sacó una venda. Se la puso a Álex en los ojos y le obligó a ponerse en posición perrito; sacó de su cajón del sexo un lubricante y un preservativo y con sus dedos empezó a lubricar el culo de Álex. Cuando ya estaba bien dilatado (o, lo que es lo mismo, cachondo), Max se puso el condón y se la metió poco a poco. Gritaron al unísono de placer, con cada una de las embestidas de Max hasta que este se corrió en su interior. Álex no había llegado al orgasmo y pensaba que se quedaría así, en las puertas, pero Max le sorprendió haciéndole un sexo oral increíble. Eso le recordó que a su ex no le gustaba hacerlo y discutían siempre por lo mismo. Así que esta experiencia sirvió, no sólo para satisfacer sus impulsos sexuales sino para darse cuenta que quizá no estaba tan bien con su ex novio y que el futuro le deparaba un montón de emociones fuertes. ¿Cuál sería la siguiente?