El otro día, hablaba con una amiga sobre un chico y salió la frase “es bueno en la cama”. Luego, más tarde, me quedé pensando en ello y preguntándome a mi misma qué es ser bueno en la cama: ¿Ser un acróbata? ¿Durar mucho? ¿Gritar hasta que te oiga el vecino? O ¿tener una actitud fatale?
Pues bueno, todo esto es cierto y falso a la vez. ¿Por qué? Porque todo depende de la circunstancia. Lo que es esencial es adecuarse a la otra persona, compenetrar (y nunca mejor dicho) y saber qué le gusta y qué nos gusta. De nada sirve ser un experto (o aquello que llaman un gurú en el sexo) si no piensas en la otra persona y no te interesas por cómo le gusta a ella en concreto. Y no sólo eso, sino que depende del día nos gusta de una manera o de otra y, claro, no todos saben adaptarse a cada ocasión. ¿Y cómo se le llama a eso? Inteligencia sexual. Inteligencia que se mide en la calidad del sexo que se tiene y en la capacidad para variar y hacer disfrutar al otro. Pero no nos equivoquemos, ¡que también hemos de pensar en nosotros! Así que el trabajo es doble y uno a la vez: hacer que guste al otro, hacer que te guste a ti, y fusionar los gustos comunes. Es decir, 1 + 1 = 1 (sí, no somos de matemáticas pero sabemos que queremos decir).

Por ejemplo, un chico puede tener fama de ser increíble haciendo cunnilingus (sí, como aquel de Sexo en Nueva York al que se le conocía como Mr. Rabbit, es decir, Conejo… no hace falta que expliquemos bien porqué) pero no te acaba de gustar del todo. No se adecua a ti. En casos así, la culpa es de uno mismo por no decirle cómo te gusta que te lo hagan o, peor aún, por fingir que te gusta cómo lo hace. ¿Por qué pasa eso? Porque nos falla también una cosa: la comunicación sexual. Pensamos que todo queda claro, que queda sobreentendido y punto. O muchísimo peor: que si se dice, el otro se molestará. ¡Pero qué equivocados estamos! Hay que hablar y cuando decimos hablar no nos referimos sólo oralmente sino kinésicamente, es decir, con los gestos y con los actos. En una palabra: guiar. Guiar al otro cogiéndole la mano, por ejemplo, y llevándola a aquella zona donde te mueres de placer. También puedes guiar con “onomatopeyas”. Si él o ella está en tu entrepierna, cuando haga algo que te excita un montón, decir “sí” o “ahí” o un simple y sincero “mmmm”.
Resumiendo: inteligencia y comunicación sexual. Unidas pueden hacer de tus relaciones un escenario de placer donde los protagonistas son dos… o más (a gustos, colores). Y tú, ¿quieres ser bueno en la cama?