Era muy tarde, llegaba de un viaje largo y aún me quedaba coger un maldito bus hasta llegar a mi casa. Estaba muy desanimada ya que las cosas no me habían salido como yo quería y había sido un viaje lleno de desencuentros y humillaciones. Mientras subía al bus y pagaba el trayecto, me fijé que el conductor parecía alto y musculoso. Siempre me habían atraído los hombres fuertes y eso había sido uno de mis motivos para haber hecho aquel viaje que acabó en nada.
Era la 1 de la mañana y, mientras el bus iba parando, iba quedando menos gente en él hasta tal punto que sólo quedábamos otro chico y yo. De repente, notamos algo raro en el autobus y el conductor paró en un arcén. Parecía que habíamos pinchado una de las ruedas y justo cuando quedaban como 10 minutos para llegar a mi casa y descansar. ¿No me podía salir algo bien? El conductor, al igual que parecía alto y musculoso, también parecía un poco novato en el tema de cambiar ruedas o lo que tuviera que hacer.
El otro chico que quedaba en el bus, comentó que se iba a ir a pie, ya que también le quedaban 10 minutos para su parada e indicaba que en media hora o 45 minutos a pie se podría llegar. Me propuso ir con él, a lo que dudé pero la alternativa de quedarme tampoco pintaba muy bien, así que nos despedimos del conductor, no sin antes haberle ofrecido nuestra ayuda y contestarnos que no pasaba nada, que fuéramos a casa tranquilos y que podríamos ir otro día a atención al cliente de la compañía de buses a explicar lo ocurrido y ver si nos devolvían el importe del trayecto.

Mientras andábamos en medio de esa oscuridad, me fui fiando de la orientación del chico, llamado Toni y que justamente vivía cerca de mi casa. Estuvimos intimando sobre nuestras vidas, en qué trabajábamos, qué nos gustaba... Aunque oscuro, me fijé que no estaba nada mal: moreno, alto, ojos penetrantes y con unos brazos que hacían fantasear. Además, parecía listo y eso también me atraía. Por dentro, pensaba que no quería involucrarme con nadie y menos con uno desconocido que me llevaba por una carretera rodeada de árboles y en plena oscuridad. Al cabo de 15 minutos andando y de consultar si íbamos bien, se paró para sacar su botella de agua y beber. Me ofreció y acepté ya que estaba sedienta, aunque no sabía bien si de agua o de otra cosa... Empecé a beber y no sé cómo me la eché toda encima, cayendo encima de mi blusa blanca y marcándose mis pezones. Cuando levanté la mirada, vi que él no disimulaba nada y que se había quedado prendado de mi pecho, así que, como si el agua hubiera sido alcohol, me desaté internamente y me entraron unas ganas que se balanceara sobre mi. Lentamente, se acercó y me dijo: tenemos dos opciones: llegar a nuestras respectivas casas como si nada hubiera ocurrido o llegar juntos a una de las dos casas y acabar lo que parece que iba a empezar. Sin pensármelo, le dije que había una tercera opción: no esperar a llegar a casa y hacerlo allí mismo. Él contestó cogiéndome de la cabeza y besándome con intensidad, tenía muchas ganas de que me besara por todo el cuerpo pero, sobre todo, tenía ganas de tenerlo dentro de mi.
Le desabroché el pantalón y metí la mano poco a poco mientra veía que se ponía cachondo. Él, mientras tanto, me quitó mi blusa mojada y, como no llevaba sujetador, mis pechos iluminaron su cara y los lamió y mordisqueó. Una vez desnudos, nos echamos al suelo, él encima mío y con su pene en la entrada de mi vagina. Odiaba que hicieran eso, porque me ponía muy nerviosa y sólo quería que entrara dentro de golpe, sin esperas, me ponía muy animal. Él jugó con su miembro a rozarme en mis partes hasta que, cuando ya pensaba que no iba a pasar, me penetró tan fuertemente que empecé a gemir sin parar hasta que me corrí y me quedé sin aliento.
Nos vestimos, sin hablar, y retomamos el camino a casa. Me acompañó hasta mi puerta y me dio un beso de despedida. Le dije que tenía una botella de vino sin abrir y que podríamos compartir, que no hacía falta que hiciéramos nada más si no quería. "¿Cómo? Si no vamos a hacer nada, no subo" y nos reímos. Al día siguiente, me desperté y lo miraba a mi lado, gustándome más aún que el día anterior. Aunque, en mi interior, pensaba ¿y si me hubiera quedado en el autobús? ¿me habría podido acostar con el conductor que tanto me ponía? Intenté no pensarlo, en todo caso, ya habría tiempo para todo.