Álex no podía imaginarse lo que le acababa de pasar. Perdido, en medio de una ciudad que no conocía ni nadie con el que poder hablar. No hacía ni un día que había llegado y ya le habían robado. ¿Por qué todo le tenía que pasar a él? Llevaba una racha de mala suerte; una racha que duraba ya meses, empezando por el día que le dejó su novio. ¿Por qué tuvo que dejarle por aquel individuo? Todo les iba bien, planeaban vivir juntos y ya habían mirado un piso con terraza que iba a ser el inicio de una genial etapa. Pero un día, él le dijo que se había enamorado de otro y nunca más supo de él. No le contestaba a las llamadas, a sus mensajes de súplica... Son esas situaciones en las que pensaba que prefería que le hubiera pasado algo y poder justificar el silencio del otro. Pero no; no había justificación: simplemente su hasta ese momento novio ya no quería saber nada de él.
Mientras se dirigía a comisaría para denunciar el robo, casi se echó a llorar al recordar de golpe todo de nuevo. Una vez en comisaría, un chico muy majo fue el que le tomó declaración y no quiso hacerse ilusiones, pero parecía como que le echaba los trastos. Le preguntó a qué se dedicaba, qué hacía allí, y que si ya conocía a alguien. Álex le dijo que no, que había llegado hace poco, a lo que el policía - el cual se llamaba Max - le propuso enseñarle la ciudad.
-¿Cuánto te va bien? - Le preguntó aún en shock Álex.
- En una hora terminó mi jornada, así que ya.
Quedaron en el bar de enfrente de la comisaría y Max le llevó a ver los monumentos más característicos aunque, al parecer, el monumento más especial que le quería enseñar era otro, pero eso Álex aún no lo sabía. Ensimismado en su mundo de tristeza, no se había dado cuenta - o no había querido darse cuenta - que cuando Max le propuso ir a su casa a por una cosa que se había olvidado, en verdad lo que quería era ir a su casa a enseñarle su mejor arma... Como era de esperar, cuando iban en el ascensor hacia su piso, Max se echó encima de Álex. Este, no se apartó. Desde que lo había dejado con su pareja que no tenía sexo y estaba que se subía por las paredes.
Llegaron con la ropa puesta no saben ni cómo aún a la puerta pero nada más entrar, en la entrada, se empezaron a desnudar mutuamente. El ambiente está caldeado y tenían tantas ganas y estaban tan calientes que no llegaron ni a la cama. Allí, en la entrada del piso, frente a un espejo de cuerpo entero, Max le cogió la cabeza para que bajara a su pene y Álex se lo metió en la boca deseando que se corriera lo más hondo posible, en su garganta. Max le cogía fuertemente la cabeza para sentir más profundamente la boca caliente de Álex.
Entonces, de golpe, Max le dijo que parara. Se fue hacia un cajón y sacó una venda. Se la puso a Álex en los ojos y le obligó a ponerse en posición perrito; sacó de su cajón del sexo un lubricante y un preservativo y con sus dedos empezó a lubricar el culo de Álex. Cuando ya estaba bien dilatado (o, lo que es lo mismo, cachondo), Max se puso el condón y se la metió poco a poco. Gritaron al unísono de placer, con cada una de las embestidas de Max hasta que este se corrió en su interior. Álex no había llegado al orgasmo y pensaba que se quedaría así, en las puertas, pero Max le sorprendió haciéndole un sexo oral increíble. Eso le recordó que a su ex no le gustaba hacerlo y discutían siempre por lo mismo. Así que esta experiencia sirvió, no sólo para satisfacer sus impulsos sexuales sino para darse cuenta que quizá no estaba tan bien con su ex novio y que el futuro le deparaba un montón de emociones fuertes. ¿Cuál sería la siguiente?
Puntuación: 4 de 5 (¡Muy Bueno!)
Dicen que hay que empezar el día con energía, que es muy importante cómo te levantes de cara a afrontar la jornada la laboral y, si es lunes, la semana entera que te queda por delante.
¿Desayunar para empezar genial? Sí, también, pero hay otra manera más morbosa y placentera de hacerlo y es teniendo un increíble sexo matutino. Puede ser de dos maneras: despertar al otro con caricias sexuales o que te despierten a ti. Imagínate estando medio dormida/o aún y él o ella te empieza a tocar por el cuello, la espalda, el culo, tu entrepierna... Tu, poco a poco, vas despertando, debido a un calor inmenso que ha empezado a correr por tu cuerpo; cuando empiezas a abrir los ojos vas siendo más consciente de lo que está pasando: tu pareja te está provocando y tu ya estás a punto de correrte. En ese punto, continuáis con una excitante penetración, sudando y calientes, y acabáis con unos gemidos matutinos que demuestran lo bien que has empezado el día. Después, podéis ducharos juntos para rematar el mejor momento del día.
¿Desayunar para empezar el día? Sí, pero teniendo sexo antes. Ya verás que el humor te cambiará a mejor, te lo tomarás todo con más filosofía y paciencia e irás con una sonrisa de oreja a oreja. Además, es bueno para evitar la apataía sexual. Sólo tienes que ponerte el despertador 20 minutos antes de lo normal y disfrutar de tu momento mañanero. ¿Ya sabes qué será lo primero que harás mañana?
Puntuación: 4 de 5 (¡Muy Bueno!)
Por nuestra vida pasan gran variedad de personas: desde las que no te dejan ningún recuerdo significativo (ni para bien ni para mal) hasta las que, por muy rápido que hayan pasado, nos han dejado una estela para memorizar esos momentos inolvidables. No siempre las personas que más marcan son las que más tiempo han estado con nosotros sino aquellas que, dada nuestra situación en ese momento, han protagonizado historias intensas que, con el tiempo, sigues recordando con cariño... y algo más. ¡Porque los recuerdos también proporcionan placer! Vale, sí, no hay que vivir del recuerdo pero imaginaros: acabáis de estar con un chico o chica, habéis tenido una sesión de sexo increíble y, cuando ya se ha ido, sigues cerrando los ojos y volviendo a sentir el mismo placer mientras recuerdas cómo te tocaba y qué sentías con cada penetración.
Y eso nos lleva también al terreno de las fantasías que se alimentan de nuestra imaginación donde mezclamos aspectos reales con situaciones imaginarias. Por ejemplo, ese chico o chica de tu oficina que te encanta pero con el que sólo has cruzado un
hola o una mirada en los varios años que llevas en la empresa. Cómo se va a imaginar esa persona que, por la noche, fantaseas con él con historias como que un día empezáis a hablar y acabáis en el parking del trabajo teniendo sexo en el coche o empezáis con una historia más romántica (sí, a veces queremos argumentos más elaborados para excitarnos) pero que termina de igual manera. Y, al día siguiente, lo sigues viendo en la oficina y te viene el recuerdo de la noche anterior: un recuerdo muy real de lo que sólo fue una fantasía.
Las fantasías se pueden ir repitiendo protagonizadas por la misma persona pero muchas veces el actor o actriz va cambiando. En el caso de las chicas, depende mucho del momento en el que estemos del ciclo de ovulación: hay días que prefieres chicos más duros y con facciones más marcadas y cuadradas y hay otros momentos que los prefieres más cariñosos y sensibles. De ahí que nuestras fantasías o sueños despiertos vayan cambiado.
Para los que tengáis pareja, no tenéis que sentiros culpables si tenéis fantasías puntuales con alguien del trabajo o algún famoso/a. Las fantasías no denotan infidelidad, al igual que sentirte atraído por alguien diferente tampoco. Porque no significa que quieras estar con esa persona con la que has fantaseado o por la que te has sentido atraído. Si quisiéramos estar con todos los que nos atraen, ¡cambiaríamos semanalmente de pareja! Y es que hay otra cosa presente también muy importante que inclina la balanza: los sentimientos y el amor en general hacia nuestra pareja. ¡Con la que seguro que también fantaseas!
Puntuación: 4 de 5 (¡Muy Bueno!)
Él parecía un chico conflictivo: lleno de tatuajes, brazos increíbles y una cara con rasgos duros. Ana se tropezó con él cuando salía del trabajo, una situación entre surrealista y cómica.
Acababa de llover y el suelo estaba mojado; ella al salir de la oficina, se resbaló y casi cayó pero pudo mantener el equilibrio, menos su bolso, que había quedado en el suelo. Se agachó a recogerlo y al levantarse hizo un movimiento extraño que la persona que en ese momento pasaba por su lado no esperaba y chocaron, volviendo a caer su bolso. El chico se disculpó - a la vez que ella también le pedía perdón - y le recogió el bolso del suelo. Javier - así se llamaba - le preguntó de manera divertida qué llevaba ahí dentro que hacía que el bolso pesara tanto. De ahí, surgió una conversación y al cabo de 20 minutos de estar hablando en la calle, decidieron ir a un bar a seguir con la charla mientras tomaban una cerveza.
Al final no bebieron cerveza pero sí unos excelentes cócteles que achisparon a ambos e hizo que el ambiente se empezara a calentar más pronto. Mietras hablaban y bebían, se iban acercando más hasta que el le puso la mano en el muslo, acariciándola. Algo había visto en la actitud de ella (¿miradas intensas? ¿lamerse los labios mientras lo miraba?) para dar ese atrevido paso que Ana se tomó como una invitación a coger la mano que Javier había puesto en su muslo y meterse uno de los dedos en la boca. Él había sido atrevido pero ella ahora le había superado. "¿Cuál sería el siguiente paso?" Se preguntó Ana mientras seguía lamiendo y metiéndose el dedo en la boca. Javier acercó su cara al cuello de ella pasando sus labios mojados y su lengua hasta llegar a su oreja donde le susurró "ven conmigo, te quiero en mi cama". Ella sonrió y le dijo que sí mientras se daban el primer beso en la boca.
Justo él vivía en esa misma calle, mientras se dirigían a su casa, ella tuvo un pequeño momento de lucidez en el que se dijo a sí misma que quizá no era buena idea ir a casa de un desconocido... pero sólo quizá. Sus pies y su instinto sexual le llevaban hasta la casa de ese desconocido.
Una vez en la casa de Javier, para reavivar los impulsos sexuales, empezaron por besarse en la boca, en el cuello... Resultaba que el punto débil de él era ese, el cuello, y si lo tocabas se le activaba su furor interior. Así que cuando Ana le lamió esa zona, él la cogió con fuerza y la acostó en el sofá poniéndose encima de ella. Ana ya se había quitado el abrigo y el jersey, quedándose en camiseta de tirantes, así que era sólo esa pieza de ropa la que separaba a Javier de ella. Él se la quitó y le desabrochó el sujetador. Cogió con sus manos los dos pechos de Ana y con su boca empezó a mordisquear sus pezones, haciendo que ella arqueara su cuerpo como un reflejo frente al placer. La cogió en brazos y, en lugar de llevarla a la cama como le había prometido en el bar, la puso en el suelo, que estaba cubierto con una moqueta. Se quitaron mutuamente la ropa, prepararon el preservativo, hasta que ya no había nada que impidiera que Javier metiera su pene dentro de Ana. Los dos estaban tan calientes que lo único que querían, propio de un instinto animal y reproductivo, era eso. Javier le dijo que se girara y se pusiera a cuatro patas para penetrarla, ella se giró mientras de reojo apreciaba los tatuajes de él; nunca le habían gustado los tatuajes pero en esa situación incluso le ponía más caliente aún. Él la cogió por la cintura y la penetró fuertemente, llenando a los dos de un placer intenso. Mientras la embestía, le acariciaba el clítoris y los gemidos de Ana cada vez eran más fuertes. Javier se movía cada vez más rápido, entrando y saliendo de ella, hasta que eyaculó y sólo quedaron los jadeos de los dos, exhaustos.
Se acostaron uno al lado del otro en la moqueta y, como si de telepatía se tratara, empezaron a reír los dos por lo mismo: cómo tropezarse con alguien en la calle pudo haber desencadenado esta inesperada situación.
Al rato se despidieron con la promesa de verse más veces, aprovechando la cercanía del trabajo de ella con la casa de él. Quedaran más veces o no, cada uno ya formaba parte de los recuerdos increíbles y excitantes del otro. Y es que hay personas que, pese a pasar rápido por nuestras vidas, nos marcan más que otras.
Puntuación: 4 de 5 (¡Muy Bueno!)
"Olivia se inclinó sobre ella y le acarició la nuca con un dedo.
-Tienes que confiar en mí -dijo-, hacer lo que yo te diga. Juntos somos un ejército.
-Lo haré. Todos lo haremos.
Su dedo siguió avanzando, desabrochando los botones superiores de la blusa vaquera de la otra mujer, después recorriendo la forma de sus pechos. Emily cerró los ojos.
-Bill se pone celoso cuando hacemos esto -dijo, estremeciéndos cuando Olivia posó la mano en su viente. Después levantó la suya para acariciarle el pleo rubio-. Tendrá que aceptar que te quiero -afirmó.
-Y yo a ti -contestó Olivia mientras le desabrochaba los pantalones vaqueros-. Siempre te he querido y siempre lo haré. Sólo me importas tú, para mí no hay nadie más. Cuando todo esto acabe, nos iremos juntas y empezaremos de nuevo, libres de todos esos gorrones y parásitos políticos. Nos dedicaremos al nuevo mundo. Nosotras somos la auténtica Brigada Fénix. Las dosjuntas.
Emily rió.
-Todos estamos excitados hoy. Me parece que más de uno va a echar un polvo esta mañana.
Las dos mujeres rieron juntas y se desnudaron rápidamente. Cuando Olivia se colocó encima de Emily, vio que la puerta del dormitorio se abría ligeramente. Podía escuchar una respiración.
-Pasa -ordenó. Esperó hasta que vio la cara barbuda del marido de su amante-. Puedes mirar -le dijo a Bill Lewis con brusquedad-, pero no hables ni hagas nada. Sólo mirar."
Está extraído de un libro (Un asunto pendiente, de John Katzenbach) pero imaginaos que esa situación fuera real. ¿Podrías simplemente mirar u os gustaría uniros? O es más, ¿aceptaríais ver a tu pareja teniendo sexo con otra persona? Porque una cosa es ser voyeur con alguien con quien no tenemos lazo sentimental pero otro asunto más espinoso es presenciar que la persona que más queremos está practicando sexo con alguien, por mucho que entre ellos sólo haya atracción y sexo.
Os dejamos reflexionar sobre ello y sobre qué haríais en una situación así.
Puntuación: 4 de 5 (¡Muy Bueno!)
"El conde le acarició el muslo de nuevo, y esta vez ella se lo permitió. La besó y levantó lentamente la larga falda de su vestido negro de ama de llaves. Ethel llevaba medias de media pierna, y Fitz le acariciaba las rodillas desnudas. Por encima llevaba unos calzones largos de algodón. Le acarició las piernas por encima del algodón y acercó la mano al punto donde se unían sus muslos. Cuando la tocó ahí, Ethel lanzó un gemido y levantó las caderas para sentir el roce de su mano.
- Quítatelos -susurró él.
-¡No!
Fitz encontró el cordón en la cintura. Estaba atado con un lazo y lo deshizo de un tirón.
Ell volvió a poner su mano sobre la del conde.
- Para.
- Sólo quiero tocarte ahí.
- Yo lo quiero más que tú -replicó ella-. Pero no.
Fitz se arrodilló en la cama.
- No haremos nada que no quieras -le dijo-. Te lo prometo.
Entonces agarró los calzones con ambas manos y los rasgó.
Ethel dio un grito de sorpresa, pero no opuso resistencia. Fitz volvió a tumbarse y la exploró con la mano. La chica abrió las piernas de inmediato. Cerró los ojos y empezó a jadear, como si hubiera corrido. El conde suposo que nadie la había tocado de aquel modo antes, y una vocecilla le dijo que no se aprovechara de su inocencia, pero había sucumbido al deseo y ya no escuchaba.
El conde se desabrochó los pantalones y se puso encima de ella.
- No-dijo Ethel.
- Por favor.
- ¿Y si me quedo embarazada?
- Me apartaré antes de acabar.
- ¿Me lo prometes?
- Te lo prometo -dijo, y se introdujo en ella."
Este texto lo hemos extraído del libro La Caída de los Gigantes de Ken Follet basado en la Primera Gerra Mundial pero no deja de estar de actualidad ni deja de ser verdad ya que hay muchas personas que practican sexo sin protección y usa la marcha atrá.
En aquel momento podían tener excusa pero hoy en día, con toda la información que tenemos y el acceso fácil a los anticonceptivos, no tenemos justificación válida para realizar la marcha atrás. Y no, no sirve lo de "es que me corta el rollo" o "es que el condón se nota mucho"; hay tantas variedades de preservativos que seguro encontráis aquel que mejor os va y, además, si lo integráis de manera sensual a la hora de practicar sexo, seguro que no pensaréis que os quita el morbo.
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preservativos disponibles y ¡disfruta de manera segura!
Puntuación: 4 de 5 (¡Muy Bueno!)
Era muy tarde, llegaba de un viaje largo y aún me quedaba coger un maldito bus hasta llegar a mi casa. Estaba muy desanimada ya que las cosas no me habían salido como yo quería y había sido un viaje lleno de desencuentros y humillaciones. Mientras subía al bus y pagaba el trayecto, me fijé que el conductor parecía alto y musculoso. Siempre me habían atraído los hombres fuertes y eso había sido uno de mis motivos para haber hecho aquel viaje que acabó en nada.
Era la 1 de la mañana y, mientras el bus iba parando, iba quedando menos gente en él hasta tal punto que sólo quedábamos otro chico y yo. De repente, notamos algo raro en el autobus y el conductor paró en un arcén. Parecía que habíamos pinchado una de las ruedas y justo cuando quedaban como 10 minutos para llegar a mi casa y descansar. ¿No me podía salir algo bien? El conductor, al igual que parecía alto y musculoso, también parecía un poco novato en el tema de cambiar ruedas o lo que tuviera que hacer.
El otro chico que quedaba en el bus, comentó que se iba a ir a pie, ya que también le quedaban 10 minutos para su parada e indicaba que en media hora o 45 minutos a pie se podría llegar. Me propuso ir con él, a lo que dudé pero la alternativa de quedarme tampoco pintaba muy bien, así que nos despedimos del conductor, no sin antes haberle ofrecido nuestra ayuda y contestarnos que no pasaba nada, que fuéramos a casa tranquilos y que podríamos ir otro día a atención al cliente de la compañía de buses a explicar lo ocurrido y ver si nos devolvían el importe del trayecto.
Mientras andábamos en medio de esa oscuridad, me fui fiando de la orientación del chico, llamado Toni y que justamente vivía cerca de mi casa. Estuvimos intimando sobre nuestras vidas, en qué trabajábamos, qué nos gustaba... Aunque oscuro, me fijé que no estaba nada mal: moreno, alto, ojos penetrantes y con unos brazos que hacían fantasear. Además, parecía listo y eso también me atraía. Por dentro, pensaba que no quería involucrarme con nadie y menos con uno desconocido que me llevaba por una carretera rodeada de árboles y en plena oscuridad. Al cabo de 15 minutos andando y de consultar si íbamos bien, se paró para sacar su botella de agua y beber. Me ofreció y acepté ya que estaba sedienta, aunque no sabía bien si de agua o de otra cosa... Empecé a beber y no sé cómo me la eché toda encima, cayendo encima de mi blusa blanca y marcándose mis pezones. Cuando levanté la mirada, vi que él no disimulaba nada y que se había quedado prendado de mi pecho, así que, como si el agua hubiera sido alcohol, me desaté internamente y me entraron unas ganas que se balanceara sobre mi. Lentamente, se acercó y me dijo: tenemos dos opciones: llegar a nuestras respectivas casas como si nada hubiera ocurrido o llegar juntos a una de las dos casas y acabar lo que parece que iba a empezar. Sin pensármelo, le dije que había una tercera opción: no esperar a llegar a casa y hacerlo allí mismo. Él contestó cogiéndome de la cabeza y besándome con intensidad, tenía muchas ganas de que me besara por todo el cuerpo pero, sobre todo, tenía ganas de tenerlo dentro de mi.
Le desabroché el pantalón y metí la mano poco a poco mientra veía que se ponía cachondo. Él, mientras tanto, me quitó mi blusa mojada y, como no llevaba sujetador, mis pechos iluminaron su cara y los lamió y mordisqueó. Una vez desnudos, nos echamos al suelo, él encima mío y con su pene en la entrada de mi vagina. Odiaba que hicieran eso, porque me ponía muy nerviosa y sólo quería que entrara dentro de golpe, sin esperas, me ponía muy animal. Él jugó con su miembro a rozarme en mis partes hasta que, cuando ya pensaba que no iba a pasar, me penetró tan fuertemente que empecé a gemir sin parar hasta que me corrí y me quedé sin aliento.
Nos vestimos, sin hablar, y retomamos el camino a casa. Me acompañó hasta mi puerta y me dio un beso de despedida. Le dije que tenía una botella de vino sin abrir y que podríamos compartir, que no hacía falta que hiciéramos nada más si no quería. "¿Cómo? Si no vamos a hacer nada, no subo" y nos reímos. Al día siguiente, me desperté y lo miraba a mi lado, gustándome más aún que el día anterior. Aunque, en mi interior, pensaba ¿y si me hubiera quedado en el autobús? ¿me habría podido acostar con el conductor que tanto me ponía? Intenté no pensarlo, en todo caso, ya habría tiempo para todo.
Puntuación: 4 de 5 (¡Muy Bueno!)
Le esperaba un viaje largo. Había cogido el tren a las siete y media de la noche dirección Valencia y le quedaban tres horas y media para pasar el tiempo como podía. No estaba acostumbrada a viajes en tren de más de una hora, por lo que sentía que se iba a aburrir mucho. Para colmo, nada más entrar en el tren vio que le tocaba estar en estos asientos de cuatro, de cara a otros y sin mesa. "Empieza bien el viaje", pensaba, "con la de vagones y asientos que hay me toca este". Esos refunfuñeos duraron 5 minutos más: lo que tardó en llegar el que iba a sentarse en el asiento de al lado, su compañero de viaje.
Alto, moreno, guapo y que transmitía algo que hacía que ella quisiera sentirse suya. Se puso nerviosa y más cuando sentía su calor corporal y no podía mirarlo sin que quedara disimulado. Se pasó la primera hora mirando por la ventana, fantaseando con lo que podría hacer con eso chico, cómo lo pasarían en una noche loca. No podía con el fuego que se le encendía y le quemaba por dentro cada vez que pensaba en ello. "Es que, encima, huele bien", se decía, frustrada de sentirse así por dentro y no poder satisfacerse. Sin querer tocaba sus muslos con los suyos y miraba a su derecha disimuladamente y le veía el musculoso brazo y sus increíbles manos escribiendo en un móvil. Manos que podrían hacer maravillas ahí abajo... No podía más.
Se levantó, tropezando con él y con los de enfrente sin pedir perdón y salió a la zona que queda separada de la de los asientos mediante una puerta, apoyándose en la entrada del vagón. Respiraba aceleradamente y su objetivo era calmarse y volver a su sitio sin estar caliente por dentro. "Va, tú puedes, piensa en otra cosa...piensa en...", de repente, una voz le hizo cortar su pensamiento. "¿Estás bien?", dijo la voz. Ella miró y casi le da algo cuando ve que era él, el chico del asiento de al lado, el culpable de que se sintiera así. Ella le contestó que sí, que se había mareado un poco por ir sentada en dirección contraria a la del tren ("mierda, ¿Seguro que estoy sentada en sentido contrario al de la marcha?", pensó). Él pareció creérselo y cuando parecía que se iba de nuevo a su asiento, se giró hacía ella, la miró y empezó a acercarse a ella. Ella no se lo podía creer, "¿Qué hace? ¿Por que se acerca tanto?". Se siguió acercando y cuando ya estaba casi rozando sus labios con los de ella le preguntó: "¿Hasta dónde vas?". "Hasta Valencia", le contesta ella. "Perfecto, aún nos queda tiempo para disfrutar y llegar a otro sitio juntos...". Y la besó. O fue ella la que al final produjo el contacto labial, nerviosa por tenerlo tan cerca y que se arrepintiera y cambiara de opinión.
Se empezaron a besar muy efusivamente y pasando las manos por partes del cuerpo políticamente correctas pero con ganas de ponerlas en otros sitios más húmedos. Ella, decidida como era para algunas cosas, le cogió la mano y lo llevó al baño, que estaba justo al lado de donde estaban. Entraron en el minúsculo lavabo, se arrancaron parte de la ropa, él se puso un condón que llevaba en la cartera que estaba en el bolsillo de su pantalón, la levantó como pudo en el reducido espacio, la puso apoyada en la pared sujetándola y besándola. Ella estaba tan caliente que sólo quería sentirla dentro. Al fin, la penetró fuertemente y los dos llegaron a ese sitio que él decía: al orgasmo. En total, no pasó ni media hora, por lo que les quedó tiempo para ir al bar del tren y contarse sus vidas. Contarse cosas como, por ejemplo, cómo se llamaban, a qué se dedicaban y darse algún dato, como el móvil o facebook, para poder contactar luego. Si se volvieron a ver sólo lo saben ellos pero que un viaje que iba a ser aburrido se convirtió en excitante y único no cabe duda.
Ahora os podéis preguntar: ¿Todo esto pasó o fue fantasía de la chica mientras miraba por la ventana? Ah, por cierto yo voy ahora en un tren... Y en un asiento de cuatro.
Puntuación: 4 de 5 (¡Muy Bueno!)